El acróbata, el bailarín, el deportista, te dejan con la boca abierta delante de sus exhibiciones; guiando el cuerpo con maestría, expresan las emociones más escondidas con facilidad sin que adviertas la fatiga; se superan a sí mismos realizando gestos considerados imposibles.
Lo que fascina es la capacidad que tienen para controlar el movimiento, de transformarlo en estupor, en arte, en un nuevo récord. El movimiento humano no es sólo el resultado de la fuerza o de la capacidad de resistir. No se limita a la tensión del músculo o al esfuerzo de la estructura. Más bien, en primer lugar, es la elaboración del cerebro, una decisión personal, una expresión de la inteligencia motora, que se manifiestan a través de la mejor sinergia, el equilibrio perfecto y la actitud más funcional.
Es interesante descubrir los mecanismos con los cuales el sistema nervioso, mediante las estructuras centrales y periféricas, aprende con el movimiento y lo gobierna; las experiencias motoras que propone para implementar sus potencialidades, la educación a través de la percepción, la propiocepción y el control postural.